OPINIÓN Y ANÁLISIS

Vicepresidencias vacías y curules en venta: el alto costo de la política en Bolivia

Mientras el país se prepara para nuevas elecciones generales, las listas de candidatos a la Vicepresidencia y al Legislativo revelan una preocupante mezcla de millonarios, tránsfugas, oportunistas y figuras con denuncias por corrupción. En paralelo, los espacios parlamentarios se cotizan entre 50.000 y 200.000 dólares.

Con las elecciones generales en el horizonte, el escenario político boliviano se tiñe nuevamente de controversia.

Esta vez, el foco está puesto en los aspirantes a la Vicepresidencia y a los curules del Legislativo, donde el pragmatismo electoral ha dejado de lado el mérito, la ética y la representación social.

En su lugar, emergen perfiles que responden más a intereses económicos y alianzas coyunturales que a un proyecto serio de país.

Entre los nombres que suenan para acompañar fórmulas presidenciales, aparecen empresarios sin trayectoria pública, políticos reciclados de varias tiendas partidarias, camaleones ideológicos dispuestos a cambiar de discurso según convenga y, en algunos casos, personajes con antecedentes judiciales o denuncias por corrupción.

La Vicepresidencia, que alguna vez fue ocupada por intelectuales o líderes de peso, hoy parece convertirse en una ficha intercambiable de pactos internos y negociaciones oscuras.

Pero la preocupación no termina ahí. Fuentes vinculadas a distintos frentes políticos confirman que el acceso a una candidatura parlamentaria puede costar entre 50.000 y 200.000 dólares.

Esta cifra no solo revela un profundo nivel de mercantilización de la política, sino que transforma a los futuros legisladores en inversionistas, más interesados en recuperar lo gastado que en legislar o fiscalizar.

“La Asamblea corre el riesgo de convertirse en una feria de intereses personales. El que paga para entrar, difícilmente trabajará por el bien común”, advierte un analista político que pidió mantener el anonimato.

Esta lógica deja fuera a líderes sociales legítimos, jóvenes preparados y ciudadanos con vocación de servicio que no cuentan con respaldo económico ni acceso a las estructuras partidarias.

La política se convierte así en un coto cerrado, reservado para quienes pueden financiar su ingreso o tienen padrinazgos poderosos.

El debilitamiento de los partidos políticos como espacios de formación y debate también agrava el panorama. Lejos de proponer proyectos ideológicos sólidos, muchas organizaciones funcionan hoy como franquicias o maquinarias electorales sin contenido.

La consecuencia directa: más apatía ciudadana, desconfianza en las instituciones y riesgo de mayor concentración del poder.

Bolivia enfrenta, una vez más, una elección donde el juego democrático parece condicionado por el dinero, la impunidad y la conveniencia.

En este contexto, la regeneración política no solo es urgente: es indispensable para evitar que la democracia se vacíe de contenido y que el poder siga siendo el botín de unos pocos.

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