Traiciones políticas y transfuguismo: el triste espectáculo electoral en Bolivia

Una vez más, la política boliviana se ve empañada por actos que rayan en lo vergonzoso. La reciente salida de Luis Careaga, excompañero de fórmula de Rodrigo Paz por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), para sumarse al frente de Samuel Doria Medina, es una muestra más del transfuguismo que ha contaminado la escena electoral.
No se trata de un simple cambio de sigla. Se trata de traicionar un proyecto político, de abandonar un compromiso público y de devaluar el concepto mismo de lealtad política por la promesa de una “pega” o una mejor ubicación en la lista.
Este tipo de movimientos oportunistas no solo debilitan a los partidos emergentes, sino que golpean la confianza del electorado, que observa cómo los candidatos cambian de camiseta como quien cambia de abrigo según el clima.
Lo más preocupante no es la traición en sí, sino la naturalidad con la que estos actos se justifican.
En lugar de debates ideológicos o diferencias programáticas, lo que pesa es el cálculo electoral y el interés personal. Así, quienes deberían representar a la ciudadanía terminan representando sus propios intereses.
Rodrigo Paz, un candidato que intenta posicionarse como una opción distinta, ha sido golpeado por una maniobra que revela la precariedad de muchos acuerdos políticos en Bolivia. Y mientras esto ocurre, el ciudadano se pregunta: ¿quién garantiza coherencia, principios y compromiso real con el país?
El transfuguismo es un cáncer en la democracia boliviana. Mientras no se penalice política y moralmente este tipo de actos, seguiremos viendo cómo las alianzas se construyen no con ideales, sino con conveniencias. Bolivia merece algo mejor.