¿El fin de la hegemonía del MAS y de la era de Evo Morales?

Bolivia podría estar ante un cambio político fundamental. El 17 de agosto, el país celebra elecciones presidenciales y parlamentarias en un clima que combina crisis económica, polarización política y desconfianza en las instituciones.
Por primera vez en casi dos décadas, el Movimiento al Socialismo (MAS) enfrenta la posibilidad real de perder el poder, abriendo un nuevo capítulo en la historia política del país.
Para José Luis Exeni, director de proyectos de la Fundación Friedrich Ebert (cercana a la socialdemocracia alemana) en Bolivia, el contexto se define con «cuatro palabras: crisis, desconfianza, polarización e incertidumbre”.
La inflación, la escasez de gasolina, dólares y productos básicos, junto con el deterioro institucional, son parte de un escenario que ha generado malestar ciudadano, opina el experto en entrevista con DW.
La desconfianza, añade Exeni, alcanza a «todas las instituciones del Estado e incluso también a organizaciones de la sociedad civil”. A ello se suma una polarización que persiste desde la crisis de 2019, que ahora se ha vuelto aún más compleja por la implosión interna del MAS, dividido en tres facciones, según Exeni.
Tras su salida del poder en 2019, Moralesintentó volver a ser candidato, pero fue inhabilitado por el Tribunal Constitucional. Según Exeni, primero «apostó por malograr las elecciones” e incluso su entorno habló de boicot, pero finalmente optó por promover el voto nulo.
El expresidente se encuentra replegado en su bastión del Chapare, con causas judiciales abiertas y sin posibilidad de competir. Para Moira Zuazo, investigadora asociada de la Universidad Libre de Berlín, su permanencia como figura central está ligada al «culto al liderazgo” que él mismo fomentó, en detrimento de la pluralidad interna del MAS. Esto, afirma en entrevista con DW, contribuyó a alejar al partido de sus raíces democráticas.
Aun así, Exeni advierte que Morales podría seguir siendo un actor de peso si el voto nulo supera el 20 por ciento. De lo contrario, «podremos empezar a hablar de insignificancia” de la figura de Evo.
Moira Zuazo recuerda que el MAS nació como respuesta a dos grandes desafíos: «La construcción de un Estado plurinacional y la inclusión ciudadana para acabar con ciudadanos de primera y de segunda”.
Sin embargo, advierte que el partido «se alejó de sus raíces democráticas” y desarrolló un «culto al liderazgo” que redujo el debate interno y la capacidad de renovación.
El resultado es una profunda división que debilita a su candidato oficialista, Eduardo del Castillo, y abre espacio a figuras de la oposición. Según Zuazo, incluso para parte de la base del MAS, «la situación como esta no puede continuar hacia adelante”.
Exeni considera que estamos ante «el agotamiento del ciclo del MAS como instrumento político”. Tras el 17 de agosto, prevé un sistema más fragmentado, sin partido predominante, y la necesidad de un gobierno de coalición. Las encuestas sitúan al empresario Samuel Doria Medina y al exmandatario Jorge «Tuto” Quiroga como favoritos para pasar a segunda vuelta.
Ambos representan a la «vieja política” de los años noventa. Doria Medina apuesta por mantener el Estado plurinacional y ofrecer una gestión enfocada en resolver la crisis económica; Quiroga propone cambios constitucionales y un giro más marcado hacia el mercado.
Sea cual sea el ganador, la tarea será monumental. La crisis económica exigirá medidas rápidas y de alto costo político. «Todos asumimos que serán necesarias medidas drásticas en la economía para empezar a superar la crisis”, afirma Exeni. Esto podría implicar ajustes graduales o de choque, con el riesgo de protestas y desgaste temprano de la legitimidad.
Zuazo subraya que el reto no es solo económico: será clave «reconstituir democráticamente” el espacio político, evitando repetir los errores del pasado y restaurando la confianza ciudadana.
Para Exeni, un cambio de gobierno en Bolivia sería «un dato” relevante en el mapa político latinoamericano: el último bastión del progresismo en la región experimentaría una alternancia pacífica después de 20 años.
Zuazo cree que podría abrir «un viento fresco” en el debate sobre la izquierda en América Latina, rompiendo la asociación automática entre proyecto progresista y prácticas autoritarias.