Bolivia se encamina a un proceso electoral marcado por la división y la búsqueda de nuevos liderazgos
A menos de un año de las elecciones generales previstas para 2025, Bolivia vive un escenario político incierto, con un oficialismo fragmentado, una oposición sin liderazgo consolidado y una ciudadanía cada vez más exigente y desconfiada de los actores tradicionales.
El Movimiento al Socialismo (MAS), partido en el poder, enfrenta su mayor crisis interna desde su fundación. Por un lado, el expresidente Evo Morales confirmó su candidatura y busca regresar al poder con un discurso radical y confrontacional. Por otro, el presidente Luis Arce, aunque no ha oficializado su postulación, mantiene una posición más técnica y moderada, pero con un capital político debilitado por la situación económica.
Mientras tanto, la oposición aún no logra presentar una propuesta unificada. Figuras como Carlos Mesa, Jorge Tuto Quiroga y Luis Fernando Camacho (actualmente privado de libertad) siguen en el debate, aunque con limitado respaldo popular. En este contexto, crece el interés por líderes regionales que destacan por su gestión, como Manfred Reyes Villa en Cochabamba o Jhonny Fernández en Santa Cruz.
También emergen figuras jóvenes como Eva Copa, alcaldesa de El Alto, quien, tras su ruptura con el MAS, ha ganado apoyo en sectores populares y podría representar una renovación del escenario político.
Analistas coinciden en que las elecciones de 2025 podrían definirse por tres factores: la división interna del MAS, la capacidad de la oposición para unificarse y el surgimiento de candidaturas alternativas con enfoque ciudadano y propuestas concretas.
La ciudadanía, en tanto, expresa su creciente desconfianza frente a los partidos tradicionales y demanda transparencia, desarrollo económico y estabilidad. El próximo gobierno enfrentará grandes desafíos, entre ellos el déficit fiscal, la falta de dólares, el contrabando, la inseguridad y la necesidad urgente de reconstruir la confianza institucional.
