Evo Morales tiene rasgos autoritarios, oportunismo ideológico y un uso instrumental del poder

Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS), ha construido su carrera política sobre una narrativa de representación indígena y defensa de los sectores humildes. Sin embargo, su conducta política ha demostrado con el tiempo rasgos autoritarios, oportunismo ideológico y un uso instrumental del poder, que lo alejan de los principios democráticos que alguna vez prometió defender.
Uno de los aspectos más controvertidos de su carrera es su permanencia en el poder. Morales gobernó Bolivia durante casi 14 años consecutivos (2006-2019), a pesar de que la Constitución limitaba los mandatos.
Cuando perdió el referéndum de 2016, que le negaba la reelección, desconoció la voluntad popular con el respaldo del Tribunal Constitucional, lo que marcó un quiebre en el orden democrático.
Este acto fue ampliamente criticado y visto como un intento de perpetuarse en el poder al estilo de una dictadura moderna.
Además, durante su gobierno se consolidó un sistema de persecución política contra opositores, líderes cívicos, periodistas y exautoridades que discrepaban con su régimen. Muchos fueron procesados judicialmente bajo cargos que parecían más motivados por razones políticas que por delitos comprobados, evidenciando un uso del aparato judicial como herramienta de represión.
Aunque Morales logró importantes cifras macroeconómicas durante sus primeros años en el poder, gracias a un contexto internacional favorable (como los altos precios del gas y minerales), no supo construir un modelo económico sostenible.
El despilfarro, la corrupción y el endeudamiento crecieron con el tiempo. Tras su salida, Bolivia enfrenta una crisis económica profunda: escasez de dólares, déficit fiscal creciente, pérdida de reservas internacionales y desconfianza generalizada en la economía, cuyas raíces se remontan a decisiones tomadas en su gestión.
Paradójicamente, Morales ha utilizado su discurso de defensa de los humildes para manipular a los sectores más vulnerables, consolidando un clientelismo político que le permitió sostenerse en el poder.
Su liderazgo, lejos de fortalecer la democracia, terminó debilitando las instituciones, polarizando al país y dejando un legado de confrontación y crisis estructural.