Mientras el pueblo aguanta hambre, la política sigue de espaldas a la realidad

Mientras la población enfrenta días cada vez más difíciles marcados por el encarecimiento de los alimentos, el aumento descontrolado del dólar, y colas kilométricas para conseguir gasolina, la clase política parece vivir en una burbuja desconectada de la realidad nacional.
En los mercados, las amas de casa hacen malabares para completar la canasta básica. El salario ya no alcanza.
La escasez de combustible paraliza al transporte y afecta directamente la distribución de productos esenciales. La incertidumbre económica crece, pero desde las altas esferas del poder no llegan soluciones concretas ni medidas claras.
En lugar de atender la crisis, los actores políticos siguen enfrascados en disputas internas, estrategias electorales y pugnas por el poder.
Las conferencias de prensa y declaraciones oficiales están llenas de promesas vacías, diagnósticos repetidos y culpas cruzadas, pero escasean los planes reales, las decisiones firmes y la voluntad de actuar con urgencia.
La falta de políticas públicas eficaces y una gestión económica opaca han profundizado una crisis que ya no se puede ocultar.
La gente lo siente en el bolsillo, en el estómago y en la desesperanza. La desconexión entre gobernantes y gobernados es cada vez más evidente.
Frente a esta situación, diversas voces de la sociedad civil exigen un cambio inmediato de prioridades.
«No se puede gobernar de espaldas al pueblo», señalan líderes sindicales, analistas y ciudadanos cansados de discursos y necesidades postergadas.
La historia ha demostrado que cuando los gobiernos se alejan demasiado de la realidad, el costo lo paga la gente… y tarde o temprano, también lo paga el poder.